Amanecí ayer en un dejo de sonrisa por haber visitado en sueños la casa de mi abuela paterna, la mesa y ella sentada, como hacía diez años no la veía. La mañana fue un firulete de olor a salsa de fileto y una pelota de colores que no nos cansamos de patear en esos pisos negros espejados en la eterna oscuridad por la que caminaban ratas, que quizás hablaban con ella. La noche volvió a ser una visita a dibujos infantiles, de cuando todavía el mundo era algo ajeno y nosotros vouyeristas casi prohibidos, y previsible o paradójicamente, estuve con mi abuela materna, que dejó de verme antes de que empezara a abrirme paso entre manotazos y caricias. digo casi prohibidos porque es como se soñaba a esa edad en que mirábamos gente grande, sabiendo que no nos pertenecía el aire independiente de esos gestos naturales con los que podían aparecer en cualquier momento y decir lo que -parecía- se les ocurría. hoy podemos ver que existen también los guiones aprendidos de memoria, pero entonces uno se quedaba estupefacto cuando desaparecían por alguna puerta, imaginando rumbos que quedaban lejos de los castillitos de arena que ansiábamos hacer. ellos sí que parecían saber lo que había en las calles y los bares, las camas los cuerpos los barcos las esquinas. y cómo no saberlo si eran los que estaban ahí. mientras tanto soñábamos entonces un sueño que no era nuestro todavía. Ahora estoy acá, más tarde, entre empujones y saltos, viendo paredes caídas, interminables pasillos que traga el viento, los cirujas las hormigas los hoteles. Sentada en la misma mesa a la que en ese entonces no llegaba, cuando se me escapaban las palomas y la vida era un juego sin trampas todavía. Ahora es otra cosa, inmensa, hasta que el cuerpo pasa, terrenalmente, y la simpleza de la que está hecha, nos devuelve, simples. Buscando las palabras que nos dejen ser nuevos, en esto de ser, abriendo ventanas, sin esperarlas, y viéndolas abrirse, sin sorprendernos, con la sensación de complicidad desde la que podemos perdernos en otros pasillos, correr cortinas, dejar a medio camino la persiana, ver qué viene del otro lado, y lo que se va, con la imagen, lo que se escapa de manos que no intentan retener…
09 octubre, 2010
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