El frío del piso del balcón y del aire que corre a la altura del once en un edificio viejo, al costado del río, mientras miro de reojo el barco iluminado que se roba el agua del Paraná y me acurruco tapándome las muñecas y los talones, con la capucha puesta, el libro entre las rodillas, me lleva a buenos aires, otros balcones, y algunos momentos elegidos al azar, con anto, que vive allá y que hace mucho que no veo, así en vivo y en directo, porque por medio de la computadora no dejamos de intentar aproximarnos lo más posible a esa espontaneidad de la cercanía que dejamos de tener. Rosario tiene un montón de edificios antiguos, de azulejos y vitrós, faroles y balcones, que pueden hacer retroceder al que los mira, a ese terreno de la historia que se perpetúa en medio del vendaval de hoy. Hay un buzón del correo, en una esquina de la peatonal, que me lleva también a su espacio, digo, cuando estaba menos solo, cuando había más buzones en más esquinas y también más manos metiendo en la rendija flaca la carta que una vez adentro estaba más cerca del que iba a verla en el piso cuando entrara o saliera de la casa.
Me apoyo en la baranda y miro para abajo. enfrente hay un local del pro, bunker le deben decir los cuatro muñecos que una vez a la semana prenden la luz, en esa esquina, y afortunadamente no se multiplica con el ritmo de las casas compañeras, ni cerca, en esta rosario que sí viene multiplicando el brillo con su casino y otras construcciones para cuatro, y los policías con luces azules en el 911.
Desde la ventana de la cocina de anto, una mañana, mientras buscaba algo en la heladera, miré al vecino que me miraba desde enfrente, es decir, cruzando la calle se levantaba un edificio que llegaba hasta donde yo estaba parada, también un piso once, y seguía más alto, por lo que después de algunos movimientos rápidos con los ojos volví a mirar al vecino, que además en buenos aires es extraño llamarlo así, y sentí que hasta podía decirle hola, buen día, palabras que no hicieron falta para percibir que estábamos en el mismo lugar, casi en la misma cocina, y haciendo lo mismo, mirándonos. Seguí, ese día, buscando algo que hacer ahí, entre repasadores suspiros y palcos en 3d. Parecíamos tan cerca. Llené la pava, prendí la hornalla, puse el fósforo en el cenicero, hasta que el agua estuviera a punto agarré la yerba, preparé el mate, pispié al susodicho que regaba plantas y caminaba en pantuflas, prendí la radio, me senté en la mesada, charlé con anto que se había despertado, vi prenderse la luz del living del departamento de al lado a mi punto de vista, vi que también él giró la cabeza, abrí la ventana. tengo ganas de ver a anto, capaz se hace kirchnerista, y empezamos a cruzarnos en los actos, entre MILES. o seguimos encontrándonos en los márgenes, entre algunos.
Dejo el balcón a la lagartija y entro al cuarto, de casada, de mi hermana. paso por el pasillo y pienso, en qué andará anto. pasa Mora y maúlla algo que no llego a descifrar. seguimos acá, pienso, por la gata y por mí, desde el primer departamento de pau, cuando todavía iba a la escuela, hasta éste, tres en el medio, ahora el piso once. por acá andamos.
Me apoyo en la baranda y miro para abajo. enfrente hay un local del pro, bunker le deben decir los cuatro muñecos que una vez a la semana prenden la luz, en esa esquina, y afortunadamente no se multiplica con el ritmo de las casas compañeras, ni cerca, en esta rosario que sí viene multiplicando el brillo con su casino y otras construcciones para cuatro, y los policías con luces azules en el 911.
Desde la ventana de la cocina de anto, una mañana, mientras buscaba algo en la heladera, miré al vecino que me miraba desde enfrente, es decir, cruzando la calle se levantaba un edificio que llegaba hasta donde yo estaba parada, también un piso once, y seguía más alto, por lo que después de algunos movimientos rápidos con los ojos volví a mirar al vecino, que además en buenos aires es extraño llamarlo así, y sentí que hasta podía decirle hola, buen día, palabras que no hicieron falta para percibir que estábamos en el mismo lugar, casi en la misma cocina, y haciendo lo mismo, mirándonos. Seguí, ese día, buscando algo que hacer ahí, entre repasadores suspiros y palcos en 3d. Parecíamos tan cerca. Llené la pava, prendí la hornalla, puse el fósforo en el cenicero, hasta que el agua estuviera a punto agarré la yerba, preparé el mate, pispié al susodicho que regaba plantas y caminaba en pantuflas, prendí la radio, me senté en la mesada, charlé con anto que se había despertado, vi prenderse la luz del living del departamento de al lado a mi punto de vista, vi que también él giró la cabeza, abrí la ventana. tengo ganas de ver a anto, capaz se hace kirchnerista, y empezamos a cruzarnos en los actos, entre MILES. o seguimos encontrándonos en los márgenes, entre algunos.
Dejo el balcón a la lagartija y entro al cuarto, de casada, de mi hermana. paso por el pasillo y pienso, en qué andará anto. pasa Mora y maúlla algo que no llego a descifrar. seguimos acá, pienso, por la gata y por mí, desde el primer departamento de pau, cuando todavía iba a la escuela, hasta éste, tres en el medio, ahora el piso once. por acá andamos.
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