06 diciembre, 2011
decisiones
Lo fui siguiendo al Minbar en las idas y corridas de apuros y autos, de sangre y ineludibles realidades. Memoria viva del paso por tanta muerte, de la salida de tanto odio, y lo escuchaba decir las palabras con el amor de un incansable luchador que sueña con brillo en los ojos cargando pesadillas en la espalda. Se me llenaron los ojos de lágrimas recién cuando dijo, “me separé de ella una tarde, después de haber estado horas esperando que nos atendieran para una denuncia que no nos aceptaron, porque mientras mirábamos una vidriera por calle Córdoba, ella, resignada, me dijo “con esto no va a pasar nada”. El asombro ante la aparente inutilidad del intento, en boca de la compañera con la que compartían que "donde hay un imposible, hay un posible, y la tristeza de ver que ella ya no lo creía hizo que ésa sea la última tarde de nuestra relación”.
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