06 diciembre, 2010
bettanines
Era una familia de peronistas. luchadores, convencidos, compañeros. Una familia. Nené, Leo, Guillermo, Letizia, Cristina, Jaime, Juana, Alfredo, Carolina, Mariana, Cristina y ahora, Maria Laura. En mí son un relato, un dolor que no puedo arrancar de mi viejo, parte de todo eso. Son una historia que vengo armando, con el miedo que trae mi vieja cada vez que saca un recuerdo, de allá, lejos, que es acá, cerca, a la salida de la facultad de humanidades, de camino a balcarce al mil cien. Son un cuadro que veo hace ya muchos años, algunas fotos, y una imagen en un bar de calle mitre, que cada vez que pasamos, papá cuenta, no ya a mí, ni a él, y también a los dos, pero son las mismas lágrimas que le empañaban los anteojos que yo miraba cuando me sentaba en las rodillas. De camino a la silla en la que ya me sentaba sola, en silencio fui creyendo que hubieran preferido irse, con los que no estaban, ellos y otros, y esa idea me entristecía. Yo también quería irme, seguro había leído la vida debería ser al revés y eran los tempranos tiempos de desear a las apuradas ficciones mágicas después de los dramas reales, que eran esta historia y cuentos para leer sin rimmel, o mi planta de naranja lima. por eso apretaba los ojos para deshacerme, confiando en un tobogán a contramano que devuelva intactos a los que se habían llevado. Así, entre vaguedades por distancias inatrapables, la incomprensión ingenua fue dando paso a una reconstrucción inevitable, y fui entendiendo una identidad absorbida, que tenía al lado de las ausencias, la presencia inconfundible de vida. De lucha. De ejemplo. La muerte ya no servía para hacer valer la vida, en la agitación de una realidad desgarradora, hervían motivos para, después de todo, y a causa de casi todo, querer abrir los ojos, y dejarlos después de cada cambio conquistado, a los pies de los nuevos. Fueron la picardía y el amor las tapas del libro que me abrieron mis viejos, cuentos para los niños enamorados, y la insistencia en que soñáramos despiertos el empujón para que después corriera a atrapar la alegría y espantar el odio. Cuando llegué a tribunales, el martes pasado, y me fui acercando al manojo de personas del que formo parte algunas mañanas o tardes, la banda que había llegado de buenos aires brillaba con vestidos de colores, cochecito, sonrisas encendidas. Estaba nené, su compañero, las hijas y sus parejas, el bebe de una de ellas, y las fotos de los que no podían estar pero igual estaban. El más pequeño pasaba de brazo en brazo, resumiendo el amor que unía a toda la familia. Nené militaba en el peronismo en el año 70, leo fue diputado nacional en capital federal por la juventud peronista, montoneros los trasladó a rosario por la acción recurrente de la triple A que ya había empezado a llevarse compañeros. Así desapareció primero Guillermo y Letizia. Después, asesinaron a leonardo, y a cristina, y secuestraron a Nené, a Juana, y a Jaime Colmenares, todavía desaparecido. A lo mejor, en la infancia, se me hacía difícil entender qué puede ser después de tanto infierno. A medida que vivo des-cubro y ratifico, busco, y a veces, encuentro. Mientras escuchaba la convicción y fuerza de nené, y retenía a sus hijas militantes y alegres, me llegó a las manos la sensibilidad que en familia no nos cansamos de construir, en la que nos encontramos siempre, y a la que recurrimos cuando hace falta la palabra justa que nos lleva a compartir aquellas cosas del mundo que valen la pena, inundando de sentidos, y rompemos por ejemplo la formalidad de un acto de asunción a director de lt14 leyendo crónicas del angel gris, o, abrimos las manos para dejarnos acariciar, porque nené terminó su testimonio leyendo a Jorge Falcone:
HUÉSPEDES DEL POLEN
"Para ser libres morir no alcanza"
José Larralde
Huéspedes del polen
que vienen con la brisa...
Amigos que no olvido y que
desde algún sitio vigilan.
Se mofan seguramente
de mis limitaciones
para afrontar el presente.
Se burlan de las miserias
que no logro arrancarme.
¿Fue fácil para ustedes
la faena de partir?
¿Sencillo acaso
el tránsito final?
¿Cuán árduo vuestro oficio de no estar?
Porque veo que ignoran
lo que cuesta quedarse...
Afrontar lo imprevisto,
deducir contra vientos
el curso de lo nuevo.
¡Les falta tolerancia,
huéspedes del polen,
dueños de lo seguro,
socios
de la posteridad!
Yo rindo examen a diario
y ustedes
ya no deben probar más nada a nadie.-
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