24 diciembre, 2010

(i)limitando a boris


casi sin ayuda boris se acomoda en los renglones y se larga. viene de un margen borroso, o borrado.
betta, definitivo en media hora maipú y san martín, hay un bar barato, te espero.
tenía menos idea de dónde me llevaba esa dirección, que del paralelismo del que salía.
boris pensaba en dos calles separadas, largas, sin aparente freno, o a lo mejor en la cantidad de bares y rincones a los que quería ir. En definitiva era un buen comienzo, podía ser la coordenada de base, inencontrable, de nuestra novela y era, espontáneamente, una anticipación de sí, de él, del personaje que abajo de la lluvia, y escondido en el bolsillo, hacía una de las suyas.
En otras o en esa circunstancia podía ser una cita cantada, sabían de nuestro encuentro, me daba un dato falso para evitarlo, por cuidarme a mí, o a él, según.
el <<definitivo>> era contundente, el <<te espero>> en ese ningún lugar, daba que pensar. La maga y oliveira no se daban citas precisas, buscaban sobre entenderse, a lo mejor este loco quiere ir atrás del azar. de hecho podía leerse en lo aleatorio de esos mensajes dispersos, hijos de una ansiedad repartida y del cuidado a no ser descubierto, porque sí, porque a lo mejor, quién sabe. o no, pero es divertido, cerrarle la puerta del taxi, y querer comerse la libertad, decir 3 de febrero y maipú, rompiendo en una esquina el equilibrio paralelo.
Llegué a gritarle loco a un boris de espaldas, inquieto, con auriculares mezclados en la lluvia. pienso que no tengo esa costumbre de los auriculares, tal vez por eso todavía traía las vueltas que había dado en cada cambio de directiva, obediente, sigilosa, la última hora volviendo sobre mis pasos, el grito repetido tres veces desde el centro de la plaza lopez, los escenarios imaginarios que había conjugado con absoluta coherencia posible y que ahí, en esa esquina, se me develaban. te comiste una calle, te estaban cagando a palos, esperaste y al final diste lugar al no azar o qué onda loco, todo eso no le pregunté. ojos marrónverde, verdesmarrones, cómplices en el desentendido. de cuántas maneras distintas pueden mirar, partiendo de la misma penetración aguda, esa intensidad, proporcional a la fragilidad de trotes gastados que también encuentran por donde mostrarse, menos fulminantes. Porque hay algo inconcluso entre las aparentes estructuras en las que cree ser boris, entonces la fragilidad no termina por ser tal, no termina. En cambio esa firmeza en los ojos.
Nos tragamos las horas, escupimos libros, invitamos a la mesa a todas las minas que habían salido esa noche, de lluvia, con pollera. Deberíamos irnos al mar, a alguna casita por ahí, pisar calles y arena, sacar una foto como ésta, mirala bien, la saqué en sucre, me gustaba la rayada de rojo, vicki tenía zoom en su cámara y se distraía con las casas, bolivia, zarpada y la vista desde arriba, una maravilla. o podemos quedarnos por acá, por ahora, intentando que no nos encuentren los de la JUK, y saliendo a  encontrar nosotros a los de la FAK. los escenarios entrecruzados como lanzas, y esta amistad que se insinúa primitiva, en la barra de un bar, desde donde jugar con el lío de palitos chinos, y sospechar que esas dos calles paralelas, inaugurales, dan paso a una avenida, el doble de larga y ancha, y a nosotros, encendidos, como chispas, adentro de un libro, en una mesita de luz, cuando ya no seamos esto. una ceniza que se va.

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