10 enero, 2011

se fue yendo diciembre

Hice días solitarios, intentando no familiarizarme con una extrañeza que tomó a rosario, y al revés. no me acercaba a la ventana si sonaba el timbre porque seguro lo había toqueteado un extrañizado. Fueron semanas que se vaciaban, llena la terminal, tan muda que es un miércoles a las seis de la tarde con esos pisos largos y negros, y salieron qué se yo cuántos soles, de los que el departamento también me alejaba. En definitiva, no supe muy bien qué pasaba allá afuera. Un día me animé a salir y volví corriendo, espantada por patricia sosa que desde el monumento proclamaba tan ferviente descubrimientos místicos y hacía abrazarse al electorado de binner  porque sí, es tan lindo amucharse con cuarenta grados de calor y ni una pizca de aire, para que dios vea, cuánto nos queremos, con una sonrisa y después aclamar a marcela morelo, desconocer a lebon y que vivan los abrazos. Así que volví al departamento como a un refugio, y por unos cuadraditos horizontales de la persiana cerrada de la cocina más que por el huequito que dejaba el pliegue de la cortina extendida en el living, se las ingeniaba para estirarse y entrar la ciudad liviana que de tan acalorada, un poco pesaba.
Una mañana me vino a visitar un Bichito, corto, raro, simpático. Desvelada, buscando parar, con el recambio de año anunciado en los días tachados de una hoja amarilla pegada a la pared, primero fue una ola de aire y después cada parte un color, brillos al azar, como purpurina, y en los oídos, de fondo, un triángulo invisible, de voz de cajita de música, así como concentrada y abierta.
El ojo que vuelve atrás para asomarse, no llega, demorado en eso mágico que transformó la pieza en un cajón iluminado,
y yo desde la cama mirando de costado la intriga de un Bichito sostenido en el aire,
la bufanda girando cada vez más rápido,
Oliver levantándose a los pies de la cama, alarmado.
No podía entender, y de ahí la fascinación. Tan de cuento, el bichito que me visitó, allá por el dosmildiez, que dio vueltas y se colgó en la pared, al lado de la biblioteca, echo cuadro, con una mancha azul. Se fue yendo diciembre. En unos días vuelvo y me juego que no está más, y seguro  el bichito tampoco. aunque los estereotipos sigan. Estará tomando alguna otra forma, como la ciudad, y la hoja que tengo que arrancar de la pared, mientras por acá los sueños son menos estrafalarios,  y por allá Oliver se está inventando bichos que lo visitan y le hablan, rápido y agudo.

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