10 enero, 2011

Lo que no diría si no tuviera ganas


No tengo ganas de decir nada, a vos, a mí, ni al resto, esos a los que les digo de falso rebote.
Fernando le sacaría la negación y se quedaría con el resto. Mi intuición, que no es menor en la transferencia, también. Podría probar decir de muchas maneras NA DA. Y que se sienta, la nada, en el cuerpo, agitada, perturbadora en la cabeza. Y eso porque hay por qué no buscarte, y sobre todo por qués no encontrarte. tantas invenciones al pedo a lo largo de la Historia, que para sumar otras, hay que ser, cuanto menos, valientes. hay tantas, a lo ancho de los días, de las vidas, en fin, cuesta ver qué conseguiríamos una vez devueltos a ese reposo después de la tormenta que ahora se asoma, repetida pero con un disfraz que desparrama intrigas, ya no ciegas.
Y sin embargo. a lo mejor, si estuvieras acá una siesta como ésta. Se mete el ruido del mar por la ventana abierta. Hay eso, departamento, camas mesa, mesita de luz. El mar, en el centro de la península, inmenso desde la ventana. Estas ganas de putear, a vos y al que le guardas pudor, putear por eso y sobre todo por mí, pero putearlos con ese cariño de mandar a la mierda, de qué me importa, ya fue, y dejarlos atrás, también, con los demás, total. también estoy un poco ahí.
Puedo manotear huequitos y traerlos moviendo circuitos, para meterme, para irme antes de llegar. Putear-te ahora que es como si estuvieras acá, a pesar de que te gustaría y para vos sería como un cumplido, antes de putearme el triple y de que suenen portazos, tiros perdidos en el viento que queda entre muelas apretadas. No quiero saber nada. Y de nuevo; ok, quiero saber. Saber qué es esto de la nada, que se me presenta imperante, y yo me resisto, porque algo tiene que haber. porque de vez en cuando hay, y vos no estás acá y que se yo, hoy tengo ganas de mandar nada a la mierda, y quedar desprotegidos en algún rincón abrazados sin ser nosotros.

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