13 septiembre, 2010

aerolita derrotera


Este blog se iba a llamar pateandopasillos. Con una intención rimbombante, de juego que esconde la seriedad que supone. Y más que nada porque era una patada que se alejaba a sí misma, dejando los pasillos; volando, rebotando, averiados, o estáticos segundos antes de la patada, pero estaban, y eso es lo que creo, en la existencia de pasillos. De acá a mi cuarto. De ahí a un balcón. Del bar al baño, de una casa a otra, de una entrada al fondo, en fin. Quería dibujar una maqueta que no se olvide de los pasillos, y sobre todo de los de más abajo, atravesando el mundo, los cielos, las ciudades, las palomas, los balcones, las ramas, los techos, alguna nuca y ahí, ésos, los del piso subterráneo, del pueblo, del barrio, del rincón perdido al costado de un edificio de once pisos. Del espacio que queda abajo del techo por el que pasa un gato. De los pasillos de las escuelas, las universidades, del supermercado. Donde se cruzan dos, tres, cuatro ya amontonados, y probablemente siguen, y es un lugar por el que se pasa, constantemente. Se choca, se mira, se muestra, se habla. Y hay por todos lados. Entre tanta arquitectura estallé y aerolito vino como una canica, arrastrándose con impulso, a tocar la puerta del dormitorio y por un pasillo directo a la puerta del blog. Lo difícil fue limitar su andar; por eso derrotera. Podía ser desorbitada, pero se me venían los ojos de Néstor y no es algo que quiera re-editar. Patalea, pero salpica mucho y no deja de patalear. Desoye, pero lo prefiero más en algún apartado de alguna página –un post- y menos en un nombre, así, expuesto de entrada. Derrotera derrapa en el ferrocarril. Y aerolita salta de vagón en vagón. Estalla en uno y se reconfigura en otro. Toma forma, brilla y se va, o se enciende y crece. Hay aerolitos por todos lados, los tenemos girando en sangre, saliendo por los dedos, explotando en los bolsillos, adheridos a las pupilas. Está en la calle que empieza a trotar, porque aerolitos arden y la nada se cansó de ser nada y es algo, de ser acallada y gritó, prendieron ideas imágenes deseos que estaban relegadas a la fragmentación. Se renuevan entusiasmos que nunca se fueron pero que ahora se miran las caras, se saben en número, se sorprenden de la cantidad, se identifican. Sin diferencias -de edades, de etapas históricas que cada uno vivió, de decisiones que tomó- cuando se miran, cuando sienten, o cantan, cuando ocupan un espacio, o inventan alguna actividad, y dibujan una charla tras otra, apasionados. Y el derrotero está planteado, hacia allá se va. No nos van a venir a pedir que aguantemos a clarín. No nos van a venir a advertir  si las cadenas nacionales se multiplican, si los programas de canal 7 no se qué. No van a venir a comparar mostrándonos con los que ni siquiera somos. Tengo la voz de Soriano rememorando una infancia con lanchita peronista a los pies de un limonero, queriendo hacer la cola para llegar a una pelota o unos soldaditos, si no se los habían llevado. Y la misma voz preguntando apesadumbrado, cómo iba a ser eso puro populismo demagógico. La hegemonía de los medios, la soberbia de cristina, los blogueros rentados k, los objetivos ocultos en la letra más minúscula de un contrato que no existe, la autonomía que se pierde desde una individualidad inútil, son blabladurías, discusiones dejadas atrás. Se avanzó desde atrás a ocupar las primeras filas, se pasó de la crítica en una cena a la crítica por radio a mirtha legrand, y tantos otros personajes que se pasearon por los noventa engalanados sobre su propia miseria. Se llevó la discusión a otros planos, se despertó a algunos caídos y otros recién avivados. Nos estamos mudando como sociedad, en lo que va de la convivencia según cada uno, a otra escena, con papeles nuevos, que no variaron, pero brillan un poquito más, están latentes al descubierto, con desafíos que están en disputa todos los días, con aerolitos alrededor. Nacieron resultados, de luchas, y nacemos nosotros, con ellas. Y tenemos por delante crecer. Nos tocó perder en las últimas elecciones y acá estamos otra vez, con más entusiasmo del que nos había quedado, con un miedo más temeroso que el último que habíamos tenido. Dando la pelea, con anteojos, sin lupa, pero con determinación. No seremos los que cambiemos la marcha del mundo, pero a lo mejor empezamos a desenredar lo de las últimas décadas. Y tenemos toda nuestra vida por delante, y la que nos sigue, si todo sale más o menos bien, para dar las batallas. Parece mucho en mí, que no tengo todavía 22 con posibilidad de futuro prolongado. Pero tenemos una nueva ley de medios, juicios que sumar a curas, funcionarios, empresarios, enfermeros. Nietos, hijos por encontrar. Libros que editar, verdades que contar, materias que dar en escuelas, en facultades. Políticas que exigir, peleas que dar, artículos que escribir, riquezas por repartir, análisis que hacer, proyectos que apoyar. Soluciones que inventar ahora que no estamos distraídos, ni vencidos y ahora que el derrotero son los aerolitos.



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